Ironman Portugal

Más allá de la la meta: Antonio & Rafi en Cascais

El día se despierta suave junto al Atlántico de Cascais. El cielo comienza a iluminarse con tonos rosados antes del amanecer, mientras el silencio del mar parece guardar todos los pensamientos inquietos. Dos hermanos revisan su equipo con manos tranquilas, respiración profunda y esa calma aprendida tras años de disciplina.

Antonio y Rafi, con 42 años, padres, ocupando puestos exigentes en sus trabajos, llevan más de una década entregados al triatlón. Pasean sobre la línea que separa la exigencia del descanso, entre la rutina familiar y la autoexigencia deportiva. Cada entrenamiento no es un sacrificio, sino un acto de equilibrio consciente: entrenar no es un añadido a sus vidas, sino una parte sustancial de ellas.

«El Ironman no se entrena en horas libres; se entrena dentro de la la vida que ya tienes… intentando que el entrenamiento forme parte de nuestra vida, no nuestra vida parte del entrenamiento.»

Todo empezó en 2011, con un triatlón en equipo en la Casa de Campo de Madrid. Rafi se encargaba del ciclismo, y con él descubrieron que no solo se trataba de piernas fuertes y velocidad, sino de constancia mental, organización y voluntad. Con Antonio sumándose pronto, el deporte se transformó en una brújula silenciosa que los orienta cada día.

En 2014 afrontaron su primer Ironman: tiempos modestos al principio, nadando poco más de una hora, pedaleando seis horas, y sufriendo la maratón por casi cuatro horas. Aquella prueba fue un despertar: dolorosa, pero reveladora. Servía para entender que el reto no era solo cruzar la meta, sino sostenerse en toda la travesía.

Once años después, en el Ironman de Cascais 2024, llegaron juntos con un crono total de 9h 40m 57s.

- Rafi completó con parciales de 1:03:41 en natación · 5:06:13 en bici · 3:19:50 en maratón.
- Antonio cruzó con tiempos de 1:02:10 · 5:07:26 · 3:19:18.

Las cifras importan, sí, porque son testigos del progreso, del entrenamiento diario, de la mejora constante. Pero lo más importante es lo que no se ve. Son el reflejo del trabajo silencioso, de las madrugadas, de las temporadas intensas y de las pausas necesarias para no dejar atrás lo esencial.

Durante la prueba y el entrenamiento comparten las dudas, las frustraciones, los momentos en los que ya no queda energía, o en los que las piernas parecen querer rendirse. Se empujan, se escuchan, se sostienen. Porque correr al lado de tu hermano es encontrar un espejo fiel: alguien que sabe tus límites, tus miedos y tus ilusiones.

«A veces las cosas no salen como quieres o como esperas, pero eso no significa que esté mal… lo importante es seguir. Hay días mejores, días peores, días en los que todo suma… y días en los que parece que nada va. Pero todo se acerca al objetivo.»

Y al cruzar la meta, lo que realmente importa está allí: las familias esperándolos, los abrazos, las miradas. Los hijos que observan a sus padres con orgullo, no por velocidad, sino por coherencia. Porque lo que quieren dejar es un legado: que se puede soñar alto sin sacrificar lo cotidiano; que se puede vivir con intensidad sin perder la calma.

Ese día vestían el tritraje diseñado especialmente para ellos por LABRISA: una prenda pensada para acompañar las tres disciplinas con comodidad, materiales transpirables, adaptabilidad. No era solo ropa: era la segunda piel que acompaña cada brazada, cada pedalada y cada zancada.

Porque al final, el Ironman, como la vida, no se trata solo de cruzar líneas o acumular kilómetros. Se trata de avanzar con propósito, con autenticidad, con equilibrio. De encontrar belleza en la exigencia y serenidad en el movimiento constante.